Sature la broma en una mañana en la que el sueño no dejaba de intoxicarme de lletanias de la mística más desenfrenada. Al simular la vigilia seguía deborandome de mis mismas palabras y rencores. Fue entonces, que ante una desesperación no placentera decidí encajarme en la partitura lluviosa de sudores con sabor a petroleo y lumbre; en la incandesencia de serpentinas que celebran la culminación de un vacio avarisioso llorando la delgadez de un abrazo con boca de serpiente. Sabías mis nombres y mis vicios. Los fingí....
Fingiste la ignorancia de mis huesos, eso fue todo, y la teologia de la revancha no sacudio ningún latido, ningún relato con faltas de ortografia. Ya no había ninguna correción, las mascaras habían partido. Esto no tiene historia, asi que no continua.