En medio de todo este trastocamiento lingüístico se encuentra un punto, el que Husserl llamo la epoje o suspensión del juicio, donde se accede a una zona en donde el símbolo emerge desde las profundidades de la psique universal y nos colapsa en una percepción ahistorica. Para llegar a esa zona blanca se necesita una gran cantidad de energía y desencubrimiento de los puntos del cuerpo, para que lo vivo circule sin freno alguno por todo el plano corporal. Definitivamente este rito es un destino, o es un regalo que nos merecemos después de abandonar la búsqueda y regocijarnos con la ambigüedad y el secreto de la existencia. Una vez que ello para, empiezan a llegar personas con las que nos cruzamos alguna vez en la circularidad del tiempo, hay una misión que depende enteramente de la disponibilidad de autoaniquilar nuestra personalidad.